En lugar de seguir con acuerdos bilaterales, Trump enviará cartas directas a cada nación con los nuevos aranceles, argumentando que es una forma más eficiente de comunicar las condiciones comerciales. Esta medida refuerza su estrategia proteccionista, basada en la imposición de aranceles generalizados del 10% y tarifas recíprocas de hasta el 50% para países con déficit comercial frente a EE. UU.

Durante la tregua de 90 días, se lograron algunos avances limitados, como un acuerdo con China que redujo aranceles mutuos e incluyó concesiones sobre recursos estratégicos, así como un entendimiento parcial con el Reino Unido. Sin embargo, Trump rechazó cualquier posibilidad de prórroga, incluso frente a recomendaciones internas, y mostró una postura radical al romper abruptamente negociaciones con Canadá tras el anuncio de un impuesto digital del 3% que afectará a gigantes tecnológicos estadounidenses.

Esta decisión genera incertidumbre en los mercados internacionales y podría desencadenar represalias de socios estratégicos como la Unión Europea o Japón, afectando el sistema comercial multilateral. Además, los consumidores estadounidenses podrían enfrentar un aumento en los precios debido a los nuevos aranceles. Pese a ello, Trump defiende su visión nacionalista como un mecanismo para corregir desequilibrios históricos y proteger la industria local, abriendo paso a una nueva etapa de confrontación comercial global a partir del 9 de julio.